Leer a Chimamanda es una lección de aprendizaje. Siempre tiene algo que enseñar y con ella he aprendido muchísimo. Ya hace varios años que leí la primera parte de esta serie de mini libros con manifiestos de la autora. El primero recogía una charla que realizó una vez y alegaba su punto de vista y el motivo por el que todos deberíamos ser feministas. Podéis leer la reseña aquí.
En esta ocasión, a modo de carta, le comenta a una amiga cómo debería a educar a su hija en el feminismo. No para que nazca ya siendo feminista, sino que sepa comportase como tal y sepa diferenciar cuáles son sus derechos en un futuro. La educación que recibimos por parte de nuestras madres y padres siempre marcan el inicio de nuestra personalidad, y crecer en una familia que sepa enseñarte cuáles son los derechos humanos es primordial para el futuro de cualquier persona. Si no sabes cumplir esos valores, tampoco sabrás defenderte ante situaciones desiguales de género.
De los tips que más me han llamado la atención y que suscribo totalmente, es que nuestros futuros maridos, o ya maridos, no nos ayudan a las mujeres cuando les toca hacer las tareas del hogar o cuidar de sus hijos, están cumpliendo sus obligaciones como personas adultas e independientes y como padres. Es su derecho, y deber, participar en el cuidado y tareas del hogar. Por otro lado, también me he percatado, y ya estaba concienciada anteriormente, de la importancia del lenguaje y de cómo lo utilizamos. Es importante saber utilizarlo con el fin de mejorar la educación de nuestros hijos y no perjudicarla. Educar el lenguaje también es enseñar, y es la faceta en la que menos involucrados estamos y deberíamos cambiarlo.
En líneas generales, y tal y como he mencionado anteriormente, Chimamanda es una de esas mujeres que tenemos que leer sí o sí si queremos adentrarnos en el mundo de los derechos humanos, y sobre todo, del feminismo y de la que espero poder aprender mucho más en el futuro.